Aunque la palabra medicalizar viene recogida en el Diccionario de la Real Academia Española como “dar carácter médico a algo”, cuando hablamos de medicalización nos referimos a la acción de tratar problemas no médicos como médicos, a la transformación de problemas sociales o circunstancias de la vida en problemas médicos, en patologías (enfermedades o trastornos) susceptibles de ser tratadas con medicamentos u otras intervenciones médicas.
Medicalizar también se puede definir como el proceso por el que ciertos fenómenos que formaban parte de otros campos, como la educación, la ley, la religión, etc., han sido redefinidos como fenómenos médicos.
Algún diccionario de salud pública conceptualiza la medicalización como «la forma en que el ámbito de la medicina moderna se ha expandido en los años recientes y ahora abarca muchos problemas que antes no estaban considerados como entidades médicas«. Incluyendo una gran variedad de manifestaciones, como las fases normales del ciclo reproductivo y vital de la mujer (menstruación y pre-menstruación, embarazo, parto, menopausia), la vejez, la infelicidad, la soledad y el aislamiento por problemas sociales, así como la pobreza o el desempleo.
De forma general podríamos decir que la medicalización puede adoptar tres grandes formas de expresión:
1.- Redefinir algunos procesos, caracterizándolos como enfermedades e incorporándolos a la «mirada médica» como entidades patológicas abiertas a la intervención médica.
2.- Reclamar la eficacia incontestada de la medicina científica, y la bondad de todas sus aportaciones, desatendiendo las consideraciones sobre el necesario equilibrio entre sus beneficios y los riesgos o pérdidas que implican.
3.- La marginación de cualquier modo alternativo de lidiar con las dolencias, incluyendo tanto terapias de eficacia probada empíricamente como las formas desprofesionalizadas de manejo de todo tipo de procesos que van desde el parto hasta la muerte.
Las consecuencia principal de este proceso es que el “aparato” médico se ha vuelto una amenaza para la salud de los pacientes como bien decía Ivan Illich a principios de los años 70. Aspecto que cada día toma mayor sentido si uno va recogiendo el creciente numero de afectados por las propias prácticas médicas (iatrogenia) así como el numero de personas sanas realizando medidas preventivas totalmente innecesarias (dando la situación paradójica que una persona sana se siente enferma antes incluso de que pueda manifestarse la enfermedad).
A poco que nos detengamos y analicemos críticamente nuestro proceso vital, podemos observar como cada vez más, las diferentes etapas de nuestra vida van quedando en manos de «profesionales»: la concepción, la anticoncepción, el embarazo, el nacimiento, la lactancia, la infancia, la cambios propios de la adolescencia, la sexualidad, los problemas laborales, la menopausia, el envejecimiento….realidades vitales que nos están siendo arrebatadas en aras en un intervención por “profesionales” pero que en realidad nos debilitan como ser humano al impedirnos tomar “experiencia” de nuestra propia realidad. Nos hace sentir cada vez más débiles y por tanto más dependientes. Convirtiendo a la medicina en un medio de control biopolítico de la sociedad.
Cual es el primer paso para recuperar el protagonismo sobre la propia salud es aceptar una premisa….“no todo síntoma, factor de riesgo o sufrimiento es una enfermedad”. Y vivir esta nueva situación con la alegría y tranquilidad.