Estamos asistiendo a una invasión de “la medicina” en la vida cotidiana. Los profesionales lo notamos porque situaciones hasta ahora consideradas no médicas (la muerte de un ser querido, una separación, problemas en el trabajo, la menopausia, la pubertad…) son motivo habitual de las consultas. Se está perdiendo la contención de los cuidadores y los remedios caseros de toda la vida para problemas leves y muchas veces parece necesario que el profesional certifique que uno está acatarrado o tiene una diarrea. Esta invasión también afecta a los medios de comunicación y las redes sociales que se llenan de enfermedades y sus tratamientos. Aparecen “gurús” que ofrecen remedios para resolver “la enfermedad de vivir”.

Es llamativo que una sociedad que vive más y donde se han erradicado las grandes plagas del pasado, tenga cada vez más personas que se sienten o se les etiqueta de enfermas y consecuentemente requieren algún tipo de tratamiento experto. A este fenómeno social le llamamos medicalización y conviene reflexionar sobre sus posibles causas y consecuencias

¿Siempre vale más prevenir que curar?

Una mala lectura de la medicina preventiva (siempre vale más prevenir que curar) es una de sus causas. Si su ideal es el riesgo 0 (no muerte, no enfermedad, no sufrimiento) todas las personas sanas deberían ser tratadas por “expertos” como enfermos potenciales. Uno puede imaginar cómo se amplía el negocio de quien obtenga beneficios de la enfermedad (o de los riesgos) creando dependencia de sus productos. Es clásico el ejemplo de invención de enfermedades (por ejemplo, el colesterol, la tristeza, la timidez o la menopausia), pero podría ser extensible a los alimentos-medicina, el fitness o la biotecnología. Una sociedad “en riesgo” es una sociedad asustada en busca de seguridad y dispuesta a pagar por “su salud”. La prevención es uno de los grandes avances de la medicina, pero no todo es prevenible y siempre hay que valorar si es peor el remedio que la enfermedad.

Si esto se mezcla con el “todo aquí y ahora”, máxima del consumo moderno, se olvida el principio básico de la medicina: que el cuerpo humano tiene gran capacidad de autocuración, pero que ello lleva su tiempo. Cada vez está más lejos la imagen del médico que cuida “expectante”.

La responsabilidad de los profesionales

Los profesionales han colaborado con la medicalización. Los servicios sanitarios cada vez están más fragmentados con pérdida de la visión global del ser humano, cada vez son más especializados y con menos orientación hacia la salud pública y la promoción de salud. Este es el campo que la medicalización necesita. Los médicos, bien con prácticas defensivas o directamente influido por la industria farmacéutica, hacen cada vez más, usando pruebas diagnosticas y terapéuticas que a veces no tienen justificación y causan enfermedad. Además, la práctica profesional moderna se sustenta menos en la experiencia y más en guías y protocolos que muchas veces están basados en ensayos clínicos no fiables. Sabemos de la no publicación de resultados que no benefician a los patrocinadores y del uso de metodologías sesgadas y no válidas. Es el inconveniente de dejar la investigación en manos de los grandes grupos de presión con intereses en el sector.

Son claros los perjuicios de la medicalización para la sociedad. La hiperutilización de los servicios sanitarios que cierra un círculo vicioso de más diagnósticos, más pruebas, más intervenciones, más efectos adversos: no hay límite para la intervención médica, aunque siga la ley de los rendimientos decrecientes. La iatrogenia (enfermar por intervenciones medicas) es una causa importante de muerte en los países desarrollados. El gasto sanitario se dispara: si la única intervención al envejecimiento es la respuesta médica, el crecimiento de los costes públicos será insostenible (y el negocio de la industria más rentable cada vez). Crecerá la desigualdad: a las últimas tecnologías solo tendrán acceso quien pueda pagarlas.

Lo peligroso de la medicina no es lo que medicaliza sino lo que esclaviza. 

Es paradójico que cuando se habla tanto de empoderamiento de la ciudadanía, este proceso de medicalización en el fondo lo que haga sea expropiar a las personas de su salud y hacerlos cada vez más dependientes (de los servicios que pueden contratar, del dinero que se pueden gastar, de los profesionales disponibles…).

Una visión que implica la negación del sufrimiento, la frustración, el miedo, la enfermedad y la muerte como realidades humanas, lleva a la construcción de un mundo virtual no humano que ninguno deseamos, pero al que ya nos acostumbran las series de televisión.