“Mi compañía se esfuerza por no olvidar nunca que los medicamentos son para los enfermos y no para lucrarse económicamente”.

Así se expresaba en 1950 George Merck, fundador de una de las mayores laboratorios farmacéuticos a nivel mundial – Merck, Sharp & Dohme.

No pongo en duda la buena voluntad que encerraba esa frase, pero la realidad actual es que Merck, Sharp & Dohme y en general toda la industria farmacéutica es uno de los sectores más ávido de ganancias, más desprovisto de escrúpulos y de sentido moral. Las grandes farmacéuticas cometen tantos delitos y tan a menudo que es evidente que su modelo empresarial cumple todos los requisitos para ser considerado como crimen organizado.

Las compañías farmacéuticas tienen un papel dominante en todo el proceso de diseño, elaboración, comercialización y regulación del medicamento porque financian el estudio, diseñan el protocolo, escogen a los investigadores y en muchas ocasiones, participan en la interpretación y presentación de los resultados. Todos las personas que puedan tener un impacto en este proceso han sido objeto de soborno. ¡!El grado de corrupción de todo el proceso es repugnante!!.

Los medicamentos se investigan y producen en un procedimiento propiamente político, donde se pone encima de la mesa motivaciones e ideologías que no tienen ninguna relación con las enfermedades más frecuentes, ni aquella que afecta a los más débiles y despojados, ni aquella que tenga menos efectos secundarios o generen adicción o cronificación de las enfermedades…

Y es que los enfermos han sido los grandes perdedores en todas las reformas de las que ha sido objeto los sistemas sanitarios en los últimos años. A los promotores de estas reformas le interesa entenderse sin los ciudadanos, es decir, entenderse sólo entre científicos, industria del medicamento y representantes del estado, manteniendo a los ciudadanos al margen de las cuestiones a decidir. Han fomentado que estas decisiones políticas quedaran confinadas a comisiones administrativas formadas por técnicos y expertos. Se ha producido un creciente proceso de infantilización de la sociedad relegando a los ciudadanos a un papel secundario como consumidores pasivos de medicamentos.

Se ha generado una cultura en la que muchas de las decisiones que se toman no serían apoyadas por la sociedad si ésta tuviera oportunidad para decidirlo.

regulacion del medicamento

Para superar este proceso, debemos recuperar la capacidad de decisión e intervenir en tres niveles bien precisos:

1.- En la definición de las prioridades de la investigación de nuevos medicamentos, para ello se necesita previamente, el desarrollo de un nuevo paradigma de la salud que ponga al enfermo, al débil , al despojado en el centro de la acción de los sistemas de salud.

2.- En la asignación de recursos para la investigación, para que se investigue con criterios de salud pública y no con previsiones económicas de beneficios a obtener.

3.- En la fijación de precios en el momento de la puesta en el mercado (lo que supone intervenir en la política de patentes y precios) para que los medicamentos lleguen a aquellos enfermos que verdaderamente lo necesiten, en la menor dosis necesaria y con los menores efectos secundarios.