En los últimos años nos vamos dando cuenta como la ciencia y la tecnología han desarrollado una gran capacidad para actuar sobre lo biológico.
Una de las claves de éste crecimiento ha sido la revolución genética moderna que se ha desarrollado espectacularmente con el descubrimiento del ADN y que ejemplifica este supuesto dominio del hombre sobre los diferentes mecanismos de la vida.
Este desarrollo ha condicionado que crezca la idea de que son los condicionantes biológicos (antes gérmenes… ahora agentes genéticos) los principales factores que condicionan la salud de un determinado individuo (determinismo biológico), con lo cual, el control sobre lo genético se plantea como objetivo terapéutico, como elemento de poder. Este dominio científico sobre lo biológico se hace mayoritariamente desde presupuestos de beneficio económico y de poder político.
Junto a este determinismo biológico se pone el acento en los hábitos personales como un elemento causal de la enfermedad de la persona. Se minimiza cualquier responsabilidad social y se culpabiliza a la persona de su enfermedad. Se hace desaparecer del origen de las enfermedades cualquier condición social de las mismas, exagerando el impacto que tiene sobre la salud el desarrollo de los servicios sanitarios. Se magnifica la inversión en los presupuestos sanitario y se hacen invisibles los factores económicos, sociales y políticos como elementos determinantes de la salud de una población..
Es verdad que los progresos científicos y biotecnológicos han revolucionado la agricultura, la ganadería, la industria farmacéutica, la medicina, pero a la vez, importantes descubrimientos en lugar de servir a necesidades humanas han servido justo para lo contrario, explotar más a millones de seres humanos empobrecidos.
Así, mientras la Tierra produce alimentos suficientes para mucha más población de la actual, cada día mueren más de 100.000 personas de hambre siendo apenas un 20% de la población los que disfrutan de unos niveles de consumo escandalosos. Mientras se “ seleccionan, fabrican y producen” seres humanos (embriones, fetos, niños) como si fueran objetos o ganado , al mismo tiempo se asesinan millones de seres humanos en el vientre de sus madres porque estorban, molestan o cuestionan los intereses políticos y económicos de los poderosos.
Mientras se desarrolla una sensibilidad patológica hacia la vida animal, al mismo tiempo se desprecia al anciano, al enfermo, al moribundo, al marginado. Vivimos en una sociedad que intenta abolir lo esencialmente humano en todos los ámbitos de la existencia.
Y esto es posible por el desarrollo de un conjunto de bioideologías basado en la confianza de que la naturaleza humana es moldeable, se puede construir un hombre nuevo: más eficaz, más productivo, más inteligente, más dócil.
Podemos construir una nueva sociedad donde se produzcan los seres humanos que se necesitan y se eliminen “limpiamente” los que ya no sirvan.
Por supuesto, la dignidad personal, no tiene espacio. El ser humano es individuo de una especie, es un objeto, es un instrumento, es un medicamento, es un tejido, es un órgano, es un esclavo.
Todo aquello que sirva para controlar la naturaleza humana es susceptible de ser empleado en la configuración de este nuevo orden totalitario.
Ya no se trata de eliminar las enfermedades y su sufrimiento, sino que promociona un concepto de salud al margen de consideraciones morales, sino hedonistas. Se promociona un concepto de salud alienante, que es un auténtico negocio, mientras la mayoría de los enfermos del mundo mueren por carecer de unos medios básicos de salud.
Este paradigma de salud, es una autentica cultura de la muerte en la que se sacrifican millones de seres humanos para que otros vivan.
Y es que la llamada calidad de vida es un concepto realmente perverso que puede llegar a justificar casi cualquier cosa. Mientras la obesidad crece en los países enriquecidos, cada día mueren 100.000 personas de hambre. Mientras se investigan enfermedades rentables para hacerlas crónicas y perpetuar el negocio, hay millones de niños que morirán por una simple diarrea provocada por el agua sucia.
Este modelo de salud será capaz de invertir en las tecnologías más sofisticadas y en los medicamentos más avanzados intentando lograr la inmortalidad y la eterna juventud, y a la vez, y sin ninguna contradicción insalvable, esta bio-ideología asesinará al niño en el vientre de la madre simplemente por salud mental.
Hemos llegado a la paradoja de que “ La salud es lo más importante, más que la vida de otro ser humano”