La India ha sido uno de los principales focos mundiales de la lucha de los pacientes contra las patentes farmacéuticas. En este caso, además, con el apoyo del gobierno en defensa de la soberanía nacional. Dicen que la India es la farmacia del mundo. Y es que produce la mayor parte de medicinas que se consumen en los países en vías de desarrollo y se ha convertido en el líder mundial de los genéricos. En cuanto a los antirretrovirales, por ejemplo, el 80% de los que se toman en los países empobrecidos están fabricados en la India.
Hay que remontarse a la independencia de la India (1947) para entender cómo ha llegado a ser una potencia farmacéutica. Cuando el país ganó la soberanía, resulta que no tenía soberanía farmacéutica, sino que este sector estaba bajo el control de las multinacionales y, en consecuencia, los medicamentos eran muy caros. Pero en 1970 aprobaron una ley que eliminó el régimen de patentes para los productos farmacéuticos y fitosanitarios. Esto permitió que la industria de los genéricos floreciera, y se convirtió en una de las principales industrias del país. Los precios se redujeron drásticamente, y actualmente siguen siendo muy bajos, así que el impacto sobre la salud de las personas ha sido muy positivo.
Pero el camino para mantener los precios bajos no ha sido sencillo. En 2005, y ante las presiones de la OMC (organización de la que la India forma parte), se aprobó una nueva Ley de Patentes que se ajustaba más a los requisitos de las multinacionales, pero que incluía la cláusula 3D, que establece que las nuevas formas de sustancias conocidas no se pueden patentar a no ser que sean significativamente más eficaces. Y con esta cláusula topó la farmacéutica Novartis. Esta multinacional con sede en Suiza quería patentar en la India una forma cristalizada de una sustancia ya conocida (el mesilato de imatinib), que ya había patentado anteriormente. Pero el regulador se lo denegó en 2006, remitiéndose a la cláusula 3D.
Con esta sustancia Novartis fabrica el Glivec®, un medicamento que sirve para tratar la leucemia mieloide crónica. Se trata de un producto que se receta a los pacientes para toda la vida. En el momento en que comenzó la pugna, el genérico en India costaba 90 euros anuales, mientras que el Glivec® costaba 3 630.
Entonces, Novartis emprendió una lucha legal en contra de la normativa india con el objetivo no sólo de conseguir patentar el Glivec®, sino, sobre todo, de tumbar el obstáculo de la cláusula 3D y garantizar unos requisitos mucho más flexibles para registrar patentes. Los diversos estamentos judiciales a quien Novartis ha recurrido le han denegado una y otra vez su petición de patentar el producto, argumentando que no era una innovación significativa. La sentencia definitiva llegó el 1 de abril de 2013, cuando la Corte Suprema de la India dictaminó en contra de Novartis.
Las organizaciones de pacientes de la India celebran la derrota de la multinacional, especialmente porque alertan que si Novartis hubiera ganado se habrían recortado los criterios para conceder patentes, y esto hubiera significado el fin de algunos genéricos y el encarecimiento de muchos medicamentos. Y animan a otros países en vías de desarrollo a aplicar legislaciones similares.