Jonas SalkA lo largo de la historia se ha discutido mucho la conveniencia o perjuicio de la concesión de patentes para los medicamentos. Muchos médicos y muchas personas han considerado que la finalidad del medicamento es la mejora de la salud de los pacientes, que el medicamento es un «bien social» y no debería restringirse su acceso con las patentes por el riesgo de limitación que podría suponer la barrera del precio.

En España, el Estatuto de la Propiedad Industrial de 1929 prohibía expresamente patentar productos farmacéuticos. Ernst Chain y Howard Florey tampoco quisieron patentar el método para la producción industrial de la penicilina, si lo hubieran hecho millones de personas no hubieran salvado la vida.

Y me voy a centrar en el ejemplo de Jonas Salk (investigador y descubridor de la vacuna de la polio) que no quiso patentar un descubrimiento que le hubiera hecho millonario.

Jonas Salk nació en Nueva York el 28 de octubre de 1914. Hijo de inmigrantes ruso-judíos, su infancia se desarrolló en los barrios más pobres de Nueva York. Sus padres, especialmente preocupados por ofrecer a sus hijos la educación que ellos no habían tenido, consiguieron que estudiara en una escuela pública que permitía estudiar a hijos de inmigrantes con pocos recursos. De altísimo nivel académico, exigía a sus alumnos realizar en tres años los estudios que en otras escuelas se hacían en cuatro. Salk ingresó después en el City College de Nueva York, y de allí pasó a la New York University, donde estudió Medicina. En realidad, Salk nunca quiso ser médico asistencial; muy pronto se decantó por la investigación, especialmente en el campo de la microbiología. Consideraba que así no ayudaría “a unos pocos pacientes, sino a toda la humanidad”. Probablemente nunca imaginó que esta frase se haría realidad de una forma tan literal.

En 1948, “la Fundacion Nacional para niños con parálisis” le propuso participar en su proyecto sobre la poliomielitis, impulsado por el propio presidente Roosevelt, que había padecido esta enfermedad en la infancia. La poliomielitis (más conocida como ‘polio’ en su versión abreviada) es una enfermedad contagiosa (generada por un poliovirus) que afecta principalmente al sistema nervioso y producía en los enfermos dolor muscular, atrofia y parálisis. La polio, en 1955, era considerada como uno de los problemas de salud pública más importantes en Estados Unidos.

Es en ese entorno donde Salk empieza a pensar en la posibilidad de crear una vacuna. La preocupación social por la epidemia era tal, que millones de americanos colaboraron en la financiación del proyecto, algunos aportando unos pocos centavos, pues era todo lo que tenían. Tras varios ensayos en animales y un estudio piloto con pocos voluntarios (entre los que se encontraban su esposa y sus tres hijos), Salk pone en marcha un gran ensayo con casi dos millones de niños.

El 12 de abril de 1955, Thomas Francis, el que había sido siempre su mentor, anuncia en una multitudinaria rueda de prensa el éxito de Salk: la vacuna era segura y efectiva. Salk se hace mundialmente famoso en pocas horas. Ese mismo año empieza a comercializarse masivamente. Por ese motivo, el trabajo de Salk tuvo tanta importancia, consiguieron elaborar una vacuna eficaz que permitió la inmunización contra ese virus lo que dio pie, en los siguientes años, a poder erradicar la enfermedad a nivel mundial.

Aunque la National Foundation sí lo pensó en algún momento, Salk nunca quiso patentar su vacuna. Se ha estimado que de haber patentado la vacuna contra polio le hubiera supuesto a Salk unas ganancias millonarias, en torno a los siete mil millones de dólares.

Pero Salk nunca quiso patentar la vacuna, entre otras cosas, porque era consciente que se había desarrollado gracias a la aportación económica de miles de ciudadanos anónimos.

En una entrevista que concedió Jonas Salk se le preguntó:

-¿Quién tiene la propiedad de la patente?

Salk contestó:

-Yo diría que la gente. No hay patente. ¿Se puede patentar el sol?

Muchos relacionan a Jonas Salk con una forma de hacer ciencia diferente, dedicada al beneficio universal. En el debate existente sobre las patentes, resulta curioso analizar el trabajo de Salk, y ver cómo ante posibles beneficios multimillonarios, rechazazó apropiarse de su invención y hacer que fuera accesible a todo el mundo.

Jonas Salk no veía las patentes como algo positivo. Salk defendía la investigación abierta y cooperativa. Su convicción era que antes de la ganancia y el enriquecimiento personal estaba el bien de la humanidad. El medicamento como derecho humano, no como negocio.

Lo cierto es que, casi sesenta años después del descubrimiento de la vacuna de Salk, la enfermedad de la polio ha dejado de ser un problema médico de grandes magnitudes a nivel internacional.

Jonas Salk murió en La Jolla, California, el 23 de junio de 1955. Sus restos descansan en El Camino Memorial Park, en San Diego.

«Es mucho más importante colaborar y cooperar. Nosotros, con la naturaleza, somos los coautores de nuestro destino».