marcas-vs-genericosLas farmacéuticas utilizan diferentes métodos para bloquear la entrada de genéricos en el mercado

Algunas empresas farmacéuticas intenta demorar la entrada de genéricos cuando termina el tiempo de patente de su medicamento. Se dan “comportamientos estratégicos que restringen o retrasan la entrada”.

Diversos análisis han ilustrado cómo las farmacéuticas echan mano a toda una batería de recursos para dilatar la aparición de un genérico que tire de los precios –y sus beneficios– hacia abajo: la multiplicación de patentes para blindar un solo medicamento, los litigios prolongados con otras empresas, la creación de sus propios genéricos o el pago a fabricantes para que renuncien a fabricar están entre los más usados. 

Las grandes marcas comerciales producen y venden genéricos.

En ocasiones, empresas originarias desarrollan sus propias empresas de medicamentos genéricos para acceder a nuevos mercados y controla el uso de estos productos, reduciendo los beneficios de las empresas de genéricos y retrasando la entrada de dichos productos más baratos. Otras veces realizan adquisiciones de empresas de genéricos y bloquean así su desarrollo.

Desde luego, viendo el ranking de laboratorios del sector de genéricos en España en 2016, en la lista general aparecen dentro de los diez primeros en porcentaje de recetas nombres de gigantes como Pfizer, Novartis, Sanofi, Bayer o Glaxosmithkline.

El genérico que más se vende en España es el Adiro que comercializa la gran farmacéutica Bayer. Se trata de ácido acetil salicílico. Lo mismo que la Aspirina de Bayer aunque en menor concentración. Se usa para pacientes que han tenido un episodio cardíaco agudo.

Controlando el mercado de genéricos

317v08n1-3-13189872fig1Alguna empresas intentan demorar la entrada de genéricos incluso cuando termina el tiempo de patente inicial (a este proceso se le llama ever-green – siempre verde”). Un laboratorio que está vendiendo cierto medicamento bajo patente modifica de alguna manera la molécula o la combina con otro principio o tratamiento para justificar una nueva patente que alargue su exclusividad. Reverdecen (evergreening) su principio activo. Así que incluso si algún competidor litiga contra la patente, el proceso se dilata.

En este sentido, un informe de la Comisión Europea explicaba ya en 2009 que las empresas registran un “gran número de patentes relacionadas con una única medicina” que, en ocasiones, llevaban a pleitos con compañías de genéricos. La CE contabilizaba 700 casos que terminaron con 200 acuerdos donde los grandes pagaban a los pequeños. Pago por no competir

Las farmacéuticas pagan cantidades a las empresas de genéricos que podrían suponer una competencia si sacaran productos, una vez que la patente ha dejado de blindar el medicamento. De esta manera se retrasa la entrada en el mercado de otras variedades, en principio, más baratas que las de la firma comercial.

Por ejemplo, según informaba The New York Times, AbbVie tiene preparado un grupo de 70 patentes para mantener la exclusividad de la comercialización dé Humira (un medicamento cuyas ventas alcanzaron 14.000 millones de dólares en 2015), aunque la patente actual (del principal componente del producto) caducaría a final de 2016 en EE UU. De esta forma, según un portavoz de la compañía, se extendería la protección hasta, por lo menos, el año 2022.

Otra forma de retrasar la llegada de genéricos para mantener los altos precios protegidos por la patente es llegar a acuerdos con las empresas de genéricos para que no fabriquen sus productos, lo que se conoce como «pago para retrasar» (pay-for-delay). Un ejemplo reciente es la sentencia del Tribunal General de la Unión Europea, de 8 de septiembre de 2016, en la que se ratifica la multa a Lundbeck y varias empresas de genéricos con cerca de 150 millones de euros, por llegar a acuerdos para retrasar los genéricos del antidepresivo citalopram.

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Dentro de la continua presión de las empresas para ampliar la duración de las patentes, y la protección del monopolio, está la creación de Certificados de Protección Suplementaria, que añaden cinco años de protección de la patente. Para ello se han utilizado argumentos contradictorios, como que servían para bajar los precios de los medicamentos y favorecían a la industria de genéricos, efectos que no se han observado en la práctica.

Otra estrategia empresarial para controlar la utilización de genéricos, que podría vulnerar el derecho humano a la intimidad y la confidencialidad de la relación médico-paciente, es la exigencia de algunas empresas de conocer el nombre, la ciudadanía y el domicilio (con posible acceso a los datos clínicos) de los pacientes en tratamiento con alguna de las licencias voluntarias, arguyendo el objetivo de evitar el comercio paralelo.

La patente como estrategia de monopolio

Hay que revisar el sistema de precios y márgenes donde radica el problema del acceso a los medicamentos. En el mercado de los fármacos se da un monopolio donde los laboratorios marcan los precios. Tienen la sartén por el mango.

La legislación actual permite extender ese monopolio mediante la prolongación de las patentes. Desde la ampliación mediante pequeñas modificaciones o combinaciones hasta los denominados certificados complementarios de protección. Las patentes pueden durar 20 años, pero estos certificados permiten prorrogarlas cinco más “para intentar compensar todo el proceso de autorización sanitaria” que resta tiempo a la comercialización.

Otra disposición legal a favor de este sistema es la exclusividad de datos que ampara la Ley del Medicamento. Esto hace que los laboratorios no deban compartir los datos del proceso de creación de una molécula hasta diez años después de su autorización. Sin esos datos, no se puede crear un genérico puesto que los medicamentos sin patente deben demostrar una equivalencia con el original.

Mientras tanto, la falta de transparencia del mercado de medicamentos y la opacidad del sistema de protección de la propiedad intelectual se sigue cobrando millones de vidas de personas que no logran acceder a los medicamentos que necesitan.

El mercado sabe de precios, pero no de valores. Por eso ha extendido un sistema de protección de la propiedad intelectual que hoy implica una amenaza sanitaria, económica y política para toda la población mundial.