¿Pueden los nuevos medicamentos colapsar el sistema de salud en Colombia?
Así lo afirma el profesor José Julián López, director del Centro de Información de Medicamentos de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), “la presión tecnológica hace que los médicos reemplacen la prescripción de algunos medicamentos por otros que consideran mucho mejores con el argumento de que lo nuevo resulta ser mejor que lo viejo”. “Se trata de una falacia, porque en materia de medicamentos está comprobado que un medicamento nuevo no siempre se va a comportar de la manera que se espera”, asevera el académico.
Y es que con la dinámica actual de precios y patentes, muchos de los nuevos medicamentos disponibles en el mercado para tratar enfermedades asociadas con alteración del colesterol, hepatitis C y cáncer tienen precios tan exorbitantes que colapsarán el sistema de salud.
Ya que en Colombia el presupuesto para el sistema de salud es de 40 billones de pesos, el hecho de que solo 50 pacientes consuman 100 millones de pesos cada mes por concepto de medicamentos, provocará una desfinanciación a corto plazo.
EN ESPAÑA
¿Qué proporción del presupuesto sanitario absorben los fármacos?
En España cerca del 25% del gasto sanitario total se dedica a pagar la factura de medicamentos.
Joan Ramon Laporte, director del Institut Català de Farmacologia, ha advertido que el Sistema Nacional de Salud español, encargado de la adquisición de fármacos, está «secuestrado» por intereses privados. «La Agencia Española del Medicamento, que los autoriza, traslada la evaluación de futuras adquisiciones a entidades que sobreviven gracias a la financiación de los laboratorios».
¿En España se consumen más fármacos que en el resto de la UE?
Más que en la mayoría de países con sistemas sanitarios públicos consolidados. De cada 100 euros destinados a la sanidad pública en España, 25 se invierten en al consumo de fármacos. Suecia destina ocho euros de cada 100. En Catalunya existen 900.000 personas que toman a diario fármacos para reducir los niveles de colesterol en la sangre, una cifra que algunos especialistas consideran desproporcionada ya que, según la estadística epidemiológica, no son más de 40.000 las personas que han sufrido un infarto de miocardio o padecen una enfermedad coronaria, en las que está indicada esa medicación. «Tener unas cifras elevadas de colesterol no siempre implica un riesgo coronario que precise medicación de por vida, como ahora sucede», indica un cardiólogo.
EL PRECIO DE LOS MEDICAMENTOS
El precio de los medicamentos se suele justificar desde la industria farmacéutica como forma de recuperar la inversión en investigación y desarrollo empleados para los nuevos fármacos. Sin embargo esto no es cierto; los gastos de investigación de las compañías farmacéuticas representan únicamente el 16-17% del total de ventas. No son esos costes los que justifican los precios sino los cálculos financieros de los laboratorios de lo que pueden obligar a pagar a los pacientes y a las aseguradoras públicas y privadas de cada país por los medicamentos. Por otra parte, la fijación de precios abusivos se puede hacer porque el medicamento está protegido por el uso de la patente (cuando se autorizan medicamentos genéricos, sin la protección de la patente, los precios descienden de una forma sustancial).
Es, por eso, imprescindible abordar un proceso de reforma del actual modelo de patentes y fijación de precios que determine una reducción de los precios de los medicamentos innovadores. Para ello las administraciones públicas deben ser capaces de negociar con la industria farmacéutica para ajustar los precios a los costes reales de fabricación, investigación y desarrollo, manejando datos transparentes y utilizando la posibilidad de establecer licencias obligatorias para aquellos casos donde no exista posibilidad de llegar un acuerdo razonable. Al mismo tiempo, desde la Unión Europea o bien a través de la Organización Mundial de la Salud, se debe explorar la financiación de la I+D de los medicamentos mediante la creación de fondos públicos, plataformas públicas de investigación que permitan separar los costes de investigación de los de fabricación y, al mismo tiempo, reorientar la investigación hacia las necesidades de salud de los ciudadanos.
Los altísimos beneficios de la industria farmacéutica, los más altos en el ranking de beneficio empresarial, hacen difícil estas alternativas para los Gobiernos. Es por eso necesario provocar un debate social abierto sobre los precios de los medicamentos para conseguir una movilización de todas las sociedades que impida la consolidación de un modelo que está provocando serios problemas para la salud y que pone en cuestión la viabilidad de los sistemas sanitarios.