El origen de la epidemia de opioides que azota EEUU

En 2016 en Estados Unidos murieron por sobredosis de drogas más de 59.000 personas, una cifra que supera el total de soldados muertos durante la Guerra de Vietnam. Y dentro de esas muertes, los opioides mataron a 17.536 estadounidenses.

La “Guerra contra las Drogas” iniciada en 1971 por Richard Nixon e impulsada en los años 1980 por Ronald Reagan no ha tenido ni fin ni victoria, pero lo nuevo en este capítulo de los opioides es que el enemigo no nos llega desde los campos cocaleros de Suramérica, o de amapola en Afganistán y nada tiene que ver con los narcotraficantes de un infame cártel, sino con la industria farmacéutica nacional y ejecutivos de cuello blanco en Connecticut o Manhattan. Es una epidemia tristemente auspiciada por grandes compañías farmacéuticas y médicos irresponsables en busca de ganancias, aprovechándose de una cultura del consumo calificada por satisfacción instantánea y el disfrute sensual.

Todo comenzó en el año 1996 cuando la compañía Perdue Pharma lanzó al mercado su producto OxyContin, un opioide que le produjo a los cuatro años ingresos de 1.100 millones de dólares. Al ver el éxito de Perdue, otras grandes compañías sacaron al mercado los productos Percocet y Vicodin, también opioides. Perdue había utilizado una agresiva campaña de mercadeo con médicos, prometiendo que OxyContin, no era nada adictivo y libraría a cualquiera del dolor. En el año 2016, ya se vendían alrededor de 300 millones de recetas para opiáceos en Estados Unidos –suficientes para casi brindar una botella de calmantes a cada norteamericano, incluidos los recién nacidos. Era ya un mercado de 24.000 millones de dólares al año. Porque lo que una vez fue un excesivo calmante para el dolor físico, se había convertido ya en adicción y dependencia. Big Pharma había conseguido –intencionalmente o no– el sueño de cualquier empresario de la droga: distribuirla legalmente e incluso con receta.

En Estados Unidos apareció un mantra médico: “Nadie tiene por qué sufrir dolor”, lo que facilitó a los doctores recetar los opioides no solo en grandes traumatismos, sino en los de menor importancia y así llegamos a la epidemia de hoy. 100 millones de norteamericanos “sufren” de dolor crónico actualmente en Estados Unidos y reciben medicamentos opioides.

La venta de OxyContin ha reportado a Purdue desde 1995 unos 35.000 millones de dólares.