Si bien se reconoce que el avance de las tecnologías aplicadas a la salud y el desarrollo de fármacos por la industria ha sido útil para mejorar la calidad y la expectativa de vida en los seres humanos, también se debe reconocer que el poder económico, político, médico y social que han adquirido las empresas farmacológicas ha llegado a límites cuestionables.

Todo apunta a considerar que las multinacionales del sector se interesan cada vez menos por la salud de las personas y más por generar estrategias de mercado para sus productos, sean estos nuevos o refundados para patologías recién definidas. En tal sentido, el aumento de la mercantilización y farmaceuticalización de la atención en salud ha llevado a tratamientos médicos más parecidos a los bienes de consumo sujetos a las fuerzas del mercado, lo cual nos lleva a redefinir el papel del enfermo, que pasa de paciente pasivo a consumidor activo.

No se puede negar la existencia de nuevos trastornos que afectan las condiciones de vida de algunas personas, pero se puede afirmar que se está produciendo una ampliación de los límites de la enfermedad, en su definición y prevalencia, extendiendo las fronteras entre lo normal y lo patológico; lo cual legitima la intervención médica y consolida la expansión del mercado para beneficio de la industria farmacéutica.

hqdefaultLa «promoción de la enfermedad», también llamada «tráfico de enfermedades», «invención de la enfermedad» o «construcción corporativa de la enfermedad», constituye un problema de salud pública por diferentes motivos.

En primer lugar, se está hablando de la posible medicalización de estados «normales» que resultan redefinidos en sus límites y trasmutados artificialmente en condiciones patológicas de gran prevalencia en el conjunto social con el objetivo de crear o ampliar el mercado de fármacos, impulsando el uso excesivo de medicamentos.

De otro lado, la definición de nuevas patologías con el auspicio de los grandes laboratorios trae consigo un gasto innecesario de todo tipo de recursos que podrían ser utilizados en la investigación de patologías de mayor prevalencia o con mayor riesgo para la vida de las personas.

Por último, el señalamiento de algunos investigadores en cuanto a los efectos secundarios y los problemas de salud concomitantes al uso de fármacos prescriptos para las nuevas disfunciones, si bien resultan minimizados o trivializados en los estudios presentados por las farmacéuticas, generan controversia sobre el papel iatrogénico de dichos medicamentos.

La salud se ha convertido en un articulo de consumo que podemos adquirir en las farmacias. Se ha convertido de manera artificial a personas sanas en enfermos con una insaciable voracidad de servicios sanitarios llegando a la paradoja de que «cuanto más se gasta la sociedad en salud, más gente se considera enferma»