Cuatro de las grandes multinacionales farmacéuticas – Abbott, Johnson & Johnson, Merck y Pfizer – obtienen un margen de beneficios del 31% en los países denominados “paraísos fiscales” (donde el impuesto de sociedades es muy bajo o nulo).

Solo entre estas cuatro farmacéuticas han dejado de pagar hasta 2.300 millones de dólares anuales en EEUU, 1.400 millones en otros países desarrollados y 112 millones de dólares por año en los países en vías de desarrollo.

Johnson & Johnson sería, según el informe, la que más impuestos ha eludido (1.700 millones de dólares), seguida de Pfizer (1.100), Merck (739) y Abott (169 millones de dólares). No en vano, Pfizer, Merck y Abbott están entre las 20 empresas estadounidenses con más filiales en paraísos fiscales.

Las “estrategias de minimización fiscal” incluyen el registro de patentes o derechos de marca en paraísos fiscales, aun cuando la actividad no se ha desarrollado en estos, donde las compañías pueden llegar a reducirse a “un mero buzón postal”. Y así, desde esos países las compañías cobran al resto de filiales pagos en concepto de royalties o cánones, que a su vez el resto de filiales pueden desgravarse.

Para conseguir estos beneficios fiscales son fundamentales las  prácticas de lobby. Por ejemplo en Estados Unidos las farmacéuticas son el sector que más presión ejerce con 1.500 personas contratadas al efecto y más de 200 millones de euros anuales para actividades de lobby.

Consecuencia de esta presión sobre los legisladores lo podemos ver recientemente cuando Estados Unidos amenazó con bloquear la adhesión de Colombia a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) si el país “no aceptaba más niveles de protección monopolística de los medicamentos”. Poco antes, recoge también, había amenazado con suspender su ayuda al proceso de paz en el país sino abandonaba su propósito de establecer una licencia obligatoria para reducir el precio de un medicamento con cáncer.

España, donde estas cuatro multinacionales han declarado una media del 21% de margen de beneficios, se aleja mucho de la media, que deja el beneficio medio de los países desarrollados en una tercera parte (7%). La falta de transparencia de las multinacionales, que no publican datos segregados por países, hace difícil conocer la causa del caso especial de España, aunque los beneficios más elevados se atribuyen a Abbott y Pfizer y muy en especial a una filial de esta última, Wyeth.

El sofisticado entramado de planificación fiscal se  aprovecha de un sistema fallido que permite a las multinacionales de distintos sectores eludir el pago de impuestos”, a su vez las empresas justifican el elevado precio de los medicamentos con las necesidades de investigación, algo que se ha  desmontado en repetidas ocasiones. Por ejemplo, el porcentaje invertido por las grandes empresas farmacéuticas a I+D es de un 14% de media entre 2006 y 2015, y lo destinado a dividendos y sueldos de directivos llegó al 19%. Y  si analizamos los beneficios  anuales de ésta última  década, las 25 grandes farmacéuticas de EEUU aumentaron entre el 15 y el 20% mientras que en sectores similares el aumento fue de entre el 4 y el 9%.

Exigir mayor transparencia es un elemento básico para correlacionar  los impuestos pagados con la actividad desarrollada en cada país. Es necesario que finalicen todos los procesos de influencia o lobby sobre los legisladores y los organismo de regulación de los medicamentos, no es razonable seguir permitiendo ni un día más el  “uso irresponsable” de su influencia con el fin de obtener una “beneficios irresponsables”. Los Gobiernos deben exigir un mayor nivel de transparencia y de garantías de un acceso justo a los medicamentos a aquellos que más lo necesitan.

AL final todas las prácticas de evasión fiscal de las grandes compañías biofarmacéuticas limitan cada vez más la capacidad de los Gobiernos de todo el mundo para proveer los servicios públicos necesarios para reducir la enfermedad y pobreza de los más débiles de la sociedad.