El día 19 de abril de 2017 tendrá lugar en Ginebra la Segunda Reunión Mundial de Asociados sobre Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETD), organizada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Tengo que decir que yo no utilizo el termino ETD. Siempre me ha parecido una forma muy eufemística para no querer llamar a las cosas por su nombre. Para mí, las enfermedades tropicales desatendidas (ETD) son «las enfermedades de los empobrecidos«.
Según el programa del encuentro, se presentará el cuarto informe mundial de la OMS sobre las ETD, con el objetivo de mantener las ayudas para alcanzar los objetivos fijados en la hoja de ruta de la OMS, combatir y eliminar 10 ETD hasta el 2020. Todo ello de conformidad con la meta 3.3 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
Cada vez llama menos la atención que la inauguración de la reunión sea protagonizada por Bill Gates eso sí, junto a la directora de la OMS (Dr Margaret Chan) y el Antiguo secretario de las Naciones Unidas (Kofi Annan).
Pero la cosa no queda ahí, si seguimos revisando la lista de ponentes en las diferentes mesas de trabajo, además de representantes gubernamentales de diferentes países y miembros destacados de la OMS, tenemos también a representantes de las grandes multinacionales farmacéuticas (Bayer, GSK, Gilead, Novartis, Pzifer, Merck) y representantes de fundaciones privadas (Fundación Bill Gates, la fundación END, la fundación Oswaldo Cruz, la DNDi – Drugs for Neglected Diseases initiative, La fundación CIFF – Children´s Investment Fund Foundation, Fundación Mundo Sano, El Instituto Carter, El Instituto LEGATUM).
Estas fundaciones siguen la lógica de toda entidad privada de primar sus intereses particulares. Pero lo que resulta más preocupante es la capacidad de orientar las políticas internacionales en salud (definir la agenda, las prioridades, el marco de análisis) desde la visión particular de la fundación y con el aval y el patrocinio de la OMS y otras instituciones, plasmándose esta visión particular en la financiación de programas internacionales o nacionales relacionados con la salud.
Así, en el bienio 2014-2015, los fondos donados por la Fundación Bill y Melinda Gates equivalían a más del 10% del presupuesto ordinario de la OMS, que ascendía a 4.357 millones de dólares, siendo la segunda aportación más importante, por detrás de EE UU. Los discursos de Bill Gates (2005 y 2011) y el de su esposa (2014) en tres Asambleas Mundiales de la OMS, dirigiéndose a los representantes de todas las naciones, son clara muestra de su peso en la discusión de los temas y las políticas de esta Organización que, por principio, debe ser intergubernamental.
Es este sentido conviene no olvidar que varias compañías farmacéuticas (entre otras GSK, Novartis, Sanofi o Merck) financiaron también a la OMS con más de 91 millones de dólares en 2015, en subvenciones voluntarias y en «especie» (medicamentos).
En los últimos años, la mayor entidad sanitaria del mundo, la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha ido “privatizándose”.
El problema de las donaciones voluntarias es que el donante decide el objetivo o plan al que se va a dedicar su dinero, de manera que se escapa de las deliberaciones y de la formulación de prioridades que fijan todos los países a nivel mundial.
Sin duda, la independencia de criterio de la OMS se vería reforzada si su presupuesto se cubriera exclusivamente con aportaciones estables y regladas de los Estados Miembros, evitando la enorme dependencia de aportaciones voluntarias y de entidades privadas.