La nueva configuración del poder global no se ubica en la desaparición de la soberanía, sino en una nueva modalidad de ejercicio de poder productor de vida, ya que no sólo gobierna un territorio y a una población, también crea el mundo mismo que habita.

No sólo regula las interacciones humanas, además procura gobernar directamente toda la naturaleza humana.

El objeto de su dominio es la vida social en su totalidad; por consiguiente presenta la forma paradigmática del biopoder.

captura de pantalla 2018-01-31 a las 10.49.57Este biopoder asume su positividad en la omnipresencia activa que produce vidas y nuevas formas de vida.

El poder se ejerce ahora a través de maquinarias que organizan directamente los cerebros (en los sistemas de comunicación, las redes de información, etcétera) y los cuerpos (en los sistemas de asistencia social, las actividades controladas, etcétera) con el propósito de llevarlos hacia un estado autónomo de alienación, de enajenación del sentido de la vida y del deseo de creatividad.

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La eficacia del control encuentra fundamento en la nueva ontología, en el hecho de que el poder es una función vital, incorporada en cada individuo y «reactivada» por los dispositivos.

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